domingo, 28 de septiembre de 2008

Ulises y los navíos (3)


Tu familia y tus amigos te han oído decir siempre que el matrimonio, te parece un ridículo ritual mediante el cual la gente sin coraje le pide permiso al mundo para compartir la vida con alguien. Siempre habías dicho que no era para ti, pero para tu amor es importante, para su familia también. Imaginas la sonrisa de tus padres en la iglesia y decides que no es algo en lo que no se pueda ceder. Ante el asombro de todos tus amigos y amigas anuncias que te casas mientras te dices que ya que te metiste en el lío vas a disfrutarlo.

Las cosas que empiezan bien, no siempre terminan bien, así que en medio de los preparativos tu pareja te confiesa que a pesar de haberlo sugerido necesita resolver asuntos financieros con los que no quiere agobiarte. Trabajará, ahorrará y luego se casarán.
- Esperemos por favor, no es justo que vayas a cargar con mis deudas.

Han hecho cuentas y no son demasiadas, no son tan difíciles de pagar y a pesar de ello el matrimonio se sigue posponiendo. No has dicho nada a la familia pero todos los amigos ya saben que la cosa no anda por buen camino, hasta que decides terminar y tu pareja no entiende, solo te ha pedido dos años. Pero tú habías pensado estar trabajando en Londres para ese entonces. El futuro es tan cercano para otros… pero no para ti. Has aprendido que no existe, que no es posible asegurar que se querrá dentro de dos años lo que no se quiere ahora. Así que vuelves a tu lugar, no harás cosas ridículas, borras sus datos de tu agenda electrónica, eliminas los contactos de tu e-mail e informas a tu familia que no habrá matrimonio sin dar más explicaciones y empiezas el duro camino del olvido. Por supuesto lloras cada vez que puedes porque has descubierto que las lágrimas sanan, tratas de no agobiar a nadie con la historia pero siempre hay amigas que te permiten hacerlo, eso es mejor que beber.

Decides dejar que se vaya de tu vida mientras pasa el tiempo, hasta que un buen día descubres que ya no te incomoda ver en tu nuevo trabajo a esa persona que se le parece, suspiras con alivio mientras borras, después de contestar “me alegro mucho, buena suerte” a su último mensaje informando la buena nueva de que las deudas han sido canceladas en la mitad del tiempo imaginado. Te alegraste y hasta te pareció dulce, no le culpas, el tiempo es diferente para cada persona. Pensabas en eso cuando el Big Ben te recordó que tienes el tiempo justo para llegar a la cita de trabajo mientras piensas burlonamente que en ella se definirá tu futuro.

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