lunes, 22 de septiembre de 2008

Ni Ulises ni Circe: ¡Qué pesar! (2)

Sabes que este romance no es fácil, alguno de los dos, o los dos, tienen compromisos serios, adquiridos hace tiempo, un cónyuge que no eres tú, hijos. No piensas en ello, pero también tienen compromisos bancarios adquiridos, solos o en pareja, lo que hace más difíciles las cosas, sin olvidar que sus respectivas familias de origen esperan que les den satisfacciones para presumir. Y a ustedes les importa.

La culpa a veces los invade pero es más fuerte la emoción de cada encuentro. Han sido cuidadosos en no prometer, pero ¿quién puede fiarse del corazón? Alguno de los dos ha llorado antes de despedirse, o ha hecho planes de viajes juntos, han pensado comprar adornos para el lugar de encuentro. Ninguno de los dos se atreve a confesar que les tienta la idea de ser solo los dos y que la posibilidad del divorcio les ha rondado la cabeza pero la conmoción de las rupturas, especialmente de las legales, les ha hecho callar. La aventura se volvió dolorosa.

Tratan de ocultarse mutuamente que el asunto les molesta pero pelean por cosas sin importancia como los 15 minutos tarde, las cancelaciones sobre la hora del encuentro, las llamadas de las respectivas parejas en momentos inoportunos, las citas de reconquista de los otros que ya se dieron cuenta que algo no anda bien. Las situaciones se volvieron patéticas pero no quieren separarse. Por fin uno de los dos se anima a decir lo indecible, sin decirlo:
- Esperemos hasta que me divorcie, así sería más fácil.
Y el otro imagina los enredos que no es capaz de imaginar para sí mismo, un asunto pesado, sofocante, inaguantable. ¿Quién asegura que las reconciliaciones no vienen después de una buena amenaza de divorcio? ¿Por qué esperar si así estábamos bien? ¿Y si después de que me divorcie me sugiere que nos casemos? ¿Y si resultamos casándonos y descubrimos que era mejor a escondidas? ¿Quién puede asegurarme que me será fiel si ha sido infiel conmigo todo este tiempo?
Al final…nada y todo, se han dejado de ver y en una fiesta se encuentran, acompañados de sus respectivas parejas, se saludan como debe ser, un cariño sigue hermoseando sus sonrisas mientras se dicen con los ojos que fue bello. Los interrumpe el brindis por la nueva pareja que se conforma ¡Salud y que sean muy felices!

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