domingo, 21 de septiembre de 2008

son idos de mis días

Ni solamente del ruído de las ambulancias se compone el mapa sonoro de mis días en esta casa en el mediterráneo plantada. En mi vida de todos los días en Barcelona, convivo diariamente con sonidos acima de lo que mis oídos están acostumbrados a soportar. Y cuando estoy en mi casa con las ventanas abiertas, para concentrarme mejor y evitar el murmullo del aire acondicionado y de la dinámica de la oficina, un eterno y constante ruido que no cessa nunca convive con mis días aqui, como un rio que no puede parar de correr. Un murmullo constante de coches, de gente que pasa conversando alto, buses que frenan con intensidad, los camiones de la basura, de la limpieza, de los trastos a dias ciertos, buses turísticos que pasan por la ruta del modernismo catalan; hasta la la tele se tiene de poner alto, pues todos los programas son hablados en castellano o catalan.
En la casa, escucho mi vecina de al lado llorando por veces en la cocina, o haciendo la comida, le imagino la sarten, en algunos días llego a escucharle el crepitar de los fritos en aceite caliente, escucho cuando tienen gente en la casa y se rien con un temblor en la carcajada que les adivino más de la ebriedad que del entusiasmo. Escucho tambien el otro vecino roncar, el antipático que casi nunca saluda, y por veces lo oigo gemir con un estertor ronco y desagradable.
El viejito de abajo es muy raro escucharlo, y me preocupa, tiene un aire muy fragil, muy viejito. Ni cuando lo veo lo oigo más allá de un buenas tardes o buenos días, nunca sabemos que decir uno al otro cuando por veces nos cruzamos en el ascensor que baja lenta, lentamente, haciendo aquele CCCRRRRRRRRRRRRRRRRRRRZZZZZZZZ constante...

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